miércoles, 19 de diciembre de 2012

En Navidad, sueños.



Dentro de poco hará un año que me asomo cada mes a esta ventana y me gustaría despedir el 2012 uniendo en El Barril de Amontillado mis facetas de escritor y de profesor.
En uno de mis primeros artículos comentaba la necesidad de orientar a los jóvenes en la lectura ya que, si bien leen muchísimo más de lo que nos parece, no siempre eligen lo que pudiera resultar más estimulante o formativo para ellos. No estoy hablando de imponer lecturas, todos sabemos lo contraproducente que puede resultar eso, sino de recomendar y sugerir dentro de ciertos parámetros.
Por ejemplo, hemos detectado en el colegio, y es algo muy común, que cuando los niños y jóvenes leen no acostumbran a retener lo que han leído. Hagan la prueba, denle a su hijo o hija un texto breve, una noticia, un artículo, y díganle que se lo resuma con sus propias palabras. Quizá se sorprendan pero apuesto a que sus profesores no. De este modo, es muy difícil en el cole trabajar materias como lengua, conocimiento del medio o hacer problemas de matemáticas porque cuando los chicos leen les suena a idioma klingon.
Lectura inmediata, se llama eso. Leen lo que precisan en ese instante pero de retener o asimilar, poco. Y no pongan esa cara, que a muchos de nosotros, ya mayores, nos pasa lo mismo.
Por lo charlado con compañeros, editores y otros autores de literatura juvenil, me atrevo a deducir que parte de la culpa de este poco interés por la lectura, digamos, seria, tiene que ver con la falta de atractivos que les ofrecemos. Y es que gran parte del camino para estimular su comprensión lectora y su afición al cuento y la novela depende de cómo les guiemos nosotros.
Me gustaría animarles a aprovechar las próximas fiestas, con su temporada de regalos, para introducir a los chavales, de cualquier edad y, por qué no, a los adultos también, en este mundo de sueños. Llévenlos a una librería, llévenlos a una biblioteca, y déjenles pasar minutos, horas si hace falta, husmeando, hojeando, oliendo y eligiendo la aventura que quieran conocer.
No es preciso gastar media paga en el bestseller de turno ni seguir la moda que imponga el cine, esas cosas suelen acabar sin más decorando estanterías. Prueben cosas diferentes, busquen opiniones en la red, atrévanse con autores nuevos. En España -y en Canarias- tenemos una cantera excepcional de escritores en cualquier género, muy especialmente en infantil y juvenil. Descúbranlos y dejen que los chicos buceen en ellos hasta dar con uno que les atrape.
Por supuesto, cabe el riesgo de que el chico o la chica acabe eligiendo el que más dibujos tenga, el de menos letra, el que huela a frutas y sabores o el que tenga en la portada más colorines. Ahí debemos ayudar porque una lectura simple no los hará mejores lectores. Tampoco impongamos nuestro criterio, no tiene por qué gustarle un clásico o el que yo, como madre o padre, disfruté en mi momento. Encuentren entre todos el punto medio, la literatura justa y adecuada a edades e inquietudes, la que al abrir las páginas le haga abrazar la historia y no sólo no soltarla, sino al terminarla querer más.
Créanme, hace falta.


viernes, 9 de noviembre de 2012

El placer de pasar miedo.


¿Disfrutar pasando miedo? Mi madre dice que ir al cine para pasarlo mal no tiene mucho de inteligente. Yo creo, un puntito de rosca más allá, que gastar un dineral, por ejemplo, para pasar la noche en un hotel donde sabes que un grupo de actores se han disfrazado y conchabado para darte la cena, nunca mejor dicho, son ganas de martirizarse. Y sin embargo, ¡cuánto nos va la marcha!

Comentaba Lovecraft que el terror es el sentimiento más antiguo y más profundo del ser humano, que es universal e inevitable. Vamos, que todos tenemos miedo a algo y, además, nos atrae meter el dedo en la llaga. 

Tendrá que ver con esto que han determinado los doctores de que un buen susto libera las mismas endorfinas y una sensación muy similar a recibir una buena noticia, al ejercicio físico, a un trozo de chocolate o a un orgasmo. Desde mi punto de vista cada uno es muy libre de elegir de cuál de estas maneras quiere conseguir sus sensaciones placenteras, que para eso son sus endorfinas, pero les aseguro que todos los que nos dedicamos a estremecer y poner los pelos de punta -ojo, me estoy refiriendo al terror- les agradecemos que elijan la nuestra.

Nos encanta pasar miedo, es cierto. Recuerdo que de pequeño yo era especialmente asustadizo, todo me daba pesadillas. Mi madre estaba hartita de mis boberías cada vez que en la tele salía un monstruo o un vampiro, por inocente que fuera, hasta de dibujos, y me obligaba a encerrarme en mi habitación cuando querían ver alguna película de terror. Y fue lo peor que hizo, o lo mejor, porque como todos sabemos no hay nada que provoque más tentación que lo prohibido, y aunque sólo fuera por saltarme las normas encontré el modo de abrir apenas una rendijita la puerta y vislumbrar al hombre lobo. Mi primer monstruo sin cerrar los ojos fue Freddy Krueger, a los catorce, y desde entonces y  hasta hoy...

Con los años he aprendido a transformar esas pesadillas en cuentos y aprovecharme de ese miedo para compartirlo a través de la escritura. Hace poco he soñado que una mujer me persigue amenazándome con un libro de las sombras de Grey en la mano. No sé si se convertirá en un relato, habrá que ver.

Apuesto a que en estos días ustedes habrán tenido al menos un detallito con la noche de Halloween. Quizá hayan fabricado una calabaza horrorosa o decorado la casa con esqueletos de caramelo y telas de araña hechas con hilos de algodón. Puede que hayan vuelto a ver La Noche de los Muertos Vivientes o que se hayan disfrazado del modo más aterrador para salir de fiesta, pero seguro que han repartido piruletas a los críos que pasaron a asustarles por su casa. Acabo de llegar del Festival de Sitges, donde además de agotarse las entradas para las decenas de escalofriantes proyecciones, cientos de entusiastas hicieron cola bajo la lluvia para ser maquillados como zombis y participar en la cabalgata más aterradora del año. ¿Y por qué? Porque el miedo mola. Y yo tan contento.





viernes, 5 de octubre de 2012

Tras la sombra de Grey.



Resulta alucinante, ¿verdad? Editores, libreros, autores, pedagogos,  educadores, haciéndonos cruces porque hoy no se lee y una vez más nos sorprenden los americanos con un producto que arrasa como el que más.

Cuarenta millones de libros vendidos en todo el mundo, que se dice rápido, algunos cientos de miles más, seguramente, mientras escribo estas líneas, toda la industria del cine pegándose por producir, dirigir o protagonizar la adaptación y una autora novel que pasa de escribir relatos calenturientos en foros de Internet a encender, literalmente, a mujeres de más de treinta países.

¿Pero qué hay detrás de la saga de Cincuenta sombras de Grey, definida por ahí como "porno para mamás"? Pues muy sencillo, y para explicarlo me voy a retrotraer a lo mío porque, lo creas o no, ahí empieza está historia.

En 1897 Bram Stoker publica Drácula, por supuesto toda la literatura gótica anterior ya había explorado mil y un caminos en el embrujo del sexo y el dominio del hombre sobre la mujer -en aquella época tocaba-, pero Stoker va más allá, crea la figura del Mal, del peligro, como ser fascinante y sexualmente poderoso, ante el que la mujer no puede más que sentir una atracción inevitable. El conde vampiro como fantasía sexual oscura, rodeado de su corte de vampiresas sumisas y de doncellas ansiosas de ser sometidas por él.

Dirás, ¿qué tiene que ver Grey con Drácula? Espera, sigo. Muchos años después el vampiro ha dado unas cuantas vueltas, pero su encanto como símbolo sexual permanece, especialmente amplificado por el cine. Una escritora desconocida, mormona y ultraconservadora, pega el pelotazo con otra saga, Crepúsculo, en la que el vampiro vuelve a ser objeto de deseo, en este caso, de una jovencita con las hormonas en ebullición. Pero hete aquí que en aras de los valores religiosos de la autora, los protagonistas no pueden tener relaciones sexuales hasta el matrimonio, lo que enerva y deja a medias a un buen número de sus lectoras, deseosas de más hincar el diente, nunca mejor dicho.

Pero estamos en la era digital, aquí apropiarse de los personajes de otros y darles la vuelta en relatos autopublicados en Internet está más que consentido, se llaman fanfictions, y la red se llena con revisiones de Crepúsculo a manos de admiradoras con las pasiones alteradas. Una de ellas se hace llamar Snowqueen's Icedragon y publica un relato titulado 'Master of the Universe' en el que Edward y Bella consumaban, y de qué manera, lo que no podían hacer en la versión oficial.

Tan explícito resultaba y tanto buen gusto tenía, que su autora fue obligada a retirarlo de un buen número de páginas web. Sin embargo, ya con el tinglado montado, la muchacha realizó algunos cambios en personajes y en la trama, se inventó un nuevo pseudónimo -E. L. James, bastante más digno- y cocinó el best seller de hoy día, un paso más en el Corín Tellado de toda la vida, el hervor que les faltaba a las novelas de Arlequín. Un Drácula moderno en el que otro aristócrata, no vampiro pero con cámara subterránea y todo, somete a través de diferentes prácticas sexuales pasadas de rosca a la inocente y sumisa fémina ensimismada de turno.

Lo sorprendente en este caso no es el triunfo de una trama tan trasnochada, conservadora y anacrónica, sino la falta de voces femeninas que se alcen para recordar que hoy, en esto de siglo XXI, se va a someter al millonario guaperillas, si quiere, su prima. En fin.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Viajar en tiempos de crisis.



No está la cosa para viajes, ¿verdad? Las escapaditas de verano quedan reservadas ya para unos pocos, a pesar de que nuestro ministro canarísimo nos lance puyas con eso de que no fomentamos el turismo español, sin fijarse el amigo en que entre la subida de todo menos de los salarios, la alegría en las tasas aeropuertarias y la política de precios de nuestras –las dos, lo mismo son– queridas aerolíneas insulares nos han terminado por encerrar, aisladitos y sin poder ir a ver a la madre o al novio a la isla de enfrente. Como para viajecitos de placer estamos.

Sin embargo, por suerte tenemos y siempre hemos tenido una manera de visitar esos lugares que ansiamos sin pagar tasas absurdas, sin límite de equipaje y sin certificado de residente, no vaya a ser que carguemos calzones de más o mintamos en nuestro DNI. Y esa manera de viajar de gorrilla, casi igual que nuestro ministro, es la literatura.

Recuerdo que hace años, en una de esas semanas de fiebre y cama que me daban a veces, reencontré una novela olvidada que mi madrina me había regalado tiempo atrás y que me resistía a leer –yo es que de niño leía, si acaso, mortadelos–, por alguna manía persecutoria contra eso de los libros gordos. Se llamaba La Esfinge de los Hielos, dónde andará, y resultó ser un novelón de Julio Verne que seguía la estela de la novela inconclusa de Edgar Allan Poe La Narración de Arthur Gordon Pym. Pues ahí me vi, acompañando al narrador por toda la Antártida, aprendiendo de Amundsen y Scott y persiguiendo a una ballena.

Y a propósito de ballenas, mi primer viaje en barco lo hice a bordo del Pequod a la caza de Moby Dick. Ya conocía Barcelona antes de pisarla, gracias a La Sombra del Viento, y tras leer la trilogía Millenium de Stieg Larson casi me hago una idea de cómo moverme por Suecia. Algo parecido me pasa con París, que desde Victor Hugo a Anne Rice me han enseñado en todas sus épocas.

Londres es como mi segunda casa. La literatura victoriana casi resulta un mapa de sus calles y recovecos, que he recorrido mil veces con Sherlock Holmes o Dorian Grey, por ejemplo. Podría moverme con soltura por Transilvania, o por Suiza siguiendo los pasos del barón revividor, y recorrer el Nilo de vacaciones con Agatha Christie. Si has leído a Dan Brown, una ciudad como Roma no tendrá secretos para ti.

Pero no siempre queremos viajar por nuestro globo, quizá queremos evadirnos a lugares que no existen, dando así en las narices a todas las aerolíneas y ministros de postín. No estaría mal visitar la Tierra Media para elegir un nuevo anillo o recorrer esos siete reinos de Poniente donde por nada acabarías sin cabeza. Pero ojo porque en estos viajes sin brújula ni guía has de tener cuidado, no vaya a ser que te enamores del lugar y luego no quieras volver, y es que hoy en día casi apetece quedarse en Fantasía, ser un caballero de la Dragonlance o dejar pasar el tiempo en aquel pequeño planeta junto al Principito.

Pero en todas partes cuecen habas, como dicen. Así que igual prefiero leer para viajar a la segunda estrella a la derecha y directo hasta el amanecer que pagar tasas desorbitadas y cargar maletas cada vez más pequeñas para visitar playas asfaltadas por hoteles con impolutas licencias invisibles.

domingo, 5 de agosto de 2012

25 Semanas Negras.



La Semana Negra de Gijón es un evento muy especial. Cómo si no iba a ser conocido en el mundo entero, cómo podría, como se dice, haber situado a Gijón en el mapa internacional, cómo podría convertirse si no en el centro de atención cultural y de ocio en nuestro país durante diez días al año durante el último cuarto de siglo.

Porque ferias del libro hay muchas. Lugares emblemáticos, plazas o parques que se llenen de casetas de librero durante una semana, con suerte, o, si es en Canarias, un par de días, hay. Festivales donde lo literario pasa casi desapercibido porque, sabiduría popular, es más de lo mismo, sobran.

Sin embargo el autor de novela negra, fantástica, social, de cómic o de terror mataría por ver su nombre en el programa de la Semana Negra, ¿por qué? Durante 25 meses de julio las mejores firmas de la literatura policiaca y muchas de las mejores de cualquier género han paseado por las calles de Gijón y dejado su sello en esas carpas, algo tendrá.

Y lo que tiene, además de un entorno inigualable, la preciosa ciudad asturiana, es un cuidado por la literatura fuera de toda duda, un desvelo que eleva de categoría cualquier obra presentada, porque un espacio en la SN no se le regala a nadie. Tiene un público fiel, devoto, digan lo que digan politicastros obtusos que no ven más allá de intereses ideológicos, que abarrota el recinto, día sí y día también, consiguiendo cifras de ventas de libros que los mejores eventos literarios de este país ni sueñan. Porque no es cualquier cosa, es la Semana Negra de Gijón.

Este pasado mes de julio tuve la suerte de vivir mi segunda Semana Negra, de presentar allí Última parada: la casa de muñecas. El año pasado pude conocer a dos de mis referentes, Ramsey Campbell y Dennis Lehane, entre otros. En esta ocación he charlado con Maruja Torres, Santiago Gamboa o Juan Guinot, por sólo nombrar a unos pocos.

Lo primero que llama la atención al entrar en el recinto de la SN es la majestuosa noria que corona las siluetas detectivescas que identifican al evento. Porque parte del secreto -a voces- de este festival único es la comunión entre ocio y cultura, la mezcla de casetas de libros con otras de perritos calientes o pulperías, las carpas literarias con los coches de choque y el mercadillo. Los lectores vamos allí al olor de las novelas y caemos en las atracciones y en los conciertos. Los fiesteros acuden buscando feria y sidra y acaban enganchados a las charlas de estos grandes autores. Unos y otros disfrutamos juntos. Y eso es fiesta, y eso también es literatura.

La Semana Negra cumple 25 de lucha pero también de alegría, sobre todo de alegría. Y, desde luego, sigue.
http://www.semananegra.org/

jueves, 5 de julio de 2012

Lecturas de Verano.



El calor, los días más largos, para algunos las vacaciones, el verano es época de libros, de lectura en la terraza con un té o con una copa, de arenilla entre las páginas si cometemos el horror de llevarnos un libro a la playa, de alejarnos de la tensión del resto del año y sumergirnos en historias de papel y tinta. Les animo a que esta sea su rutina de todo el año pero, no lo neguemos, todos vamos a buscar un qué leer este verano.

Y como ustedes yo también, y me nace comentarles qué voy a leer estas semanas en las que no pienso poner la tele salvo para seguir con más o menos interés la Eurocopa y la Olimpiada, que no está el Telediario para muchas alegrías. Y les invito a compartir conmigo dos lecturas, la primera un descubrimiento inesperado, la segunda una cita ineludible, como esa reunión con el familiar lejano que una vez al año viene a visitame. Estas son.

En primer lugar, debo reconocerlo, no podría aunque quisiera detener ahora la lectura de la saga épica y fantástica, en todos los sentidos, de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin. No soy yo, nunca lo he sido, lector de dragones y princesas, siempre se me atragantó el estilo sobrecargado de ese tipo de lecturas, pero en Juego de Tronos y Choque de Reyes capítulos I y II de una familia de cinco- he encontrado una aventura magnética y adictiva, muy entretenida y para colmo narrada de tú a tú, como a mi me gusta. La recomiendo les guste o no la serie de televisión.

Y la segunda lectura que acometeré este verano es la nueva novela de Stephen King, titulada 22/11/63, en la que el maestro de Maine entremezcla una de sus pesadillas con el misterioso asesinato, en la fecha a la que alude el título, del presidente americano John Fidgerald Kennedy. No pondría en un altar ni la mitad de lo que ha escrito el señor King, pero me apetece mucho echarle un ojo a cómo ha diseccionado una fecha tan interesante.

Y fuera ya de estas elecciones personales, lo que les pido, casi les exijo, es que lean, que lean cualquier novela que les guste, que relean, si prefieren, sus favoritos, que las páginas de un libro ni recortan ni abandonan y, que se sepa, nunca han hecho daño a nadie.

martes, 5 de junio de 2012

Llega Ilusionaria 2. Entrevista a Juan de Dios Garduño.



El Barril de Amontillado de este mes se pinta de un color muy especial, el color de la ilusión. Entrevistamos a Juan de Dios Garduño, autor de la exitosa novela Y pese a todo (Ed.Dolmen) y coordinador, entre otras, de la antología benéfica Ilusionaria. Ahora, también, de Ilusionaria 2, un precioso proyecto del que nos habla a continuación.

1. ¿Quién es Juan de Dios Garduño? ¿Cómo llegas a la escritura?

Pues soy un hombre que intenta disfrutar de todas las cosas que me ofrece la vida. Ante todo me considero escritor, porque es la parte de mí que conservo desde hace más años, prácticamente desde los doce años que me dio por juntar letras. Llegué a través de la lectura, como casi todos los escritores, supongo. Primero fui (y sigo siendo) lector, de ahí a crear mis propias historias solo fue un paso corto

2. ¿Qué significa para ti como autor la acogida de tu primera novela, Y pese a todo? ¿Estás embarcado en algo nuevo?

Pues imagina, para nada esperaba el éxito que ha tenido la novela. Me llegó de sopetón, pensaba que la novela no llegaría muy lejos porque rompía casi todos los cánones del género zombi. Así que la sorpresa fue mayúscula. Ya cuando me dijeron que la llevaban al cine me dije, “Juande, pellízcate porque esto no está pasando de verdad”.

Sí, estoy embarcado en varias cosas, desde una nueva novela, hasta guiones de cine y mediometraje. En este mundillo no se puede parar o pronto se te olvida.

3. Coméntanos la experiencia de crear de la nada el primer Ilusionaria.

Pues fue una de las experiencias más satisfactorias que he sentido como persona. Poder ayudar junto a tantos autores e ilustradores a unos niños y a sus familias fue para mí un gran regalo. Todos deberíamos ser solidarios y no habría tanta penuria en el mundo. Si algo me sorprendió fue la recepción tan buena que tuvo el proyecto, tanto por la gente que participaba como la gente que se hizo rápidamente con la antología o se hizo eco de la noticia. Impresionante.

4. Ahora has vuelto a conseguirlo con Ilusionaria 2, un proyecto igual pero diferente al anterior. ¿De qué trata?

En esta ocasión vamos a ayudar a Abraham Presa Alba, un niño malagueño que padece una enfermedad que de no ser operado en breve será tarde. Cuando volví a solicitar la ayuda de escritores e ilustradores me sorprendí de nuevo viendo la cantidad de gente dispuesta a participar. La calidad de esta segunda antología es impresionante, ya lo veréis.

5. ¿Cuándo podremos hacernos con él? ¿Cuáles son los caminos?

Pues pronto sale a la venta, en Junio según nuestros planes. Habrá presentaciones en varias ciudades, Madrid, Barcelona, Valencia, en las Palmas y en Tenerife creo que también. Y a parte se pueden solicitar pre-pedidos en esta dirección: ilusionaria2@gmail.com
Muchísimas gracias, Juande, y te deseamos lo mejor en esta nueva aventura. Ilusionaria 2 ya está a la venta, echemos una mano.

sábado, 5 de mayo de 2012

Vendo letras.



Los escritores nos reunimos de vez en cuando, debatimos. Autores y lectores nos vemos a menudo -ferias, festivales-, charlamos. Con las editoriales discutimos casi a diario. Pues charla tras charla, feria tras feria, una discusión tras otra, caemos en la misma pregunta: ¿cómo diantre vendemos literatura?

Viene al pelo este artículo por la reunión de escritores de terror y fantástico celebrada el mes pasado en Madrid, más aún una vez valorada la reciente Feria del Libro de Playa Blanca, cuando unos y otros nos lamentamos de la falta de apoyo, por decirlo de algún modo, del gran público hacia la literatura. ¿Por qué no se venden libros?

La cuestión es que este descenso apuntábamos en Madrid- no se ceba con la literatura en general. No se equivoquen, el consumo de libros ha bajado de un modo muy acorde a la caída en las ventas de cualquier otro artículo de ocio, pero mientras el famoseo y el nombre atraen -eso está claro, al televisivo y los de siempre las ventas les bajan lo justo, ya escriban maravillas o bodrios de precio proporcional a su peso-, el socabón, que no bache, afecta de manera mortal a la literatura menor, a los géneros menos populares, a los autores emergentes.

Llama la atención que este descenso en el interés del gran público se produzca en la época en la que más promoción, difusión y respaldo tienen las novelas, en la era de los blogs y las webs de reseñas, del booktrailer, del boca a oreja masivo a través de las teclas. Cuando cada novela que sale recibe más atención que nunca, el público, sin embargo, permanece alejado de las librerías. ¿Por qué?

¿Sirve para algo que tu novela acumule buenas reseñas, que aparezca en tal o cual web de prestigio? Veamos. Una reseña en un blog literario de los más populares recibe al cabo del día cientos de visitas, miles al terminar el mes. Una revista especializada cotiza sus críticas a precio de oro y qué decir de los portales de venta de libros online, donde a cada título visualizado acompaña un séquito de recomendaciones con su sinópsis y opinión de los lectores.

Entonces, si hoy conocemos más novelas, si sabemos más de ellas, si el número de títulos crece y su precio ya sea en un formato u otro- decrece, ¿qué necesitas, lector, para comprarlas?
Porque, ¿cuántos de los que leéis nuestras reseñas corréis a las librerías a buscarnos? ¿Cuántos nos encontráis? ¿Cuántos os animáis a hacer el oportuno pedido al librero? ¿Cuántos os atrevéis a buscarnos en la red?

Al final la sensación es que sólo vende quien más recursos tiene. Quien mejor puede posicionar sus novelas, quien más cerca tiene a los grandes medios, radio, televisión, prensa. A ése –habitualmente consagrado- le encontramos fácil y le compramos por inercia. Así, una de las mejores generaciones de escritores en español verá su futuro estrecharse como boquilla de embudo. Diremos, después, que la literatura española no encuentra recambios a sus referentes. Pero, ¡acaso los buscamos!

jueves, 5 de abril de 2012

Érase una vez, en una biblioteca.



El timbre del 221B repicó dos veces y el doctor Watson se apresuró a abrir la puerta. Tras una breve conversación Holmes escuchó desde su cuarto el taconeo distinguido que acompañaba al del doctor por las escaleras. Dejó el violín a un lado y se preparó para recibir a su nuevo cliente.

Buenas tardes, mi nombre es Dorian Gray y recurro a usted para que me ayude a localizar a una amiga. Sé quién es, le respondió el detective, pero dígame, ¿qué tal su paseo por ultramar, encontró el tesoro o a la ballena? Oh, no se sorprenda, el aroma salino que todavía perdura en su abrigo, junto al salitre que afea sus zapatos y resta brillo a su pelo, me indican que no ha tenido tiempo aún de cambiarse de ropa, por otro lado, es usted demasiado joven para sufrir el lumbago que he percibido al oírle subir cojeando y ese efecto de la humedad, junto con la tez coloreada por el sol me permite asegurar que fue un viaje largo. Por otro lado un aristócrata como usted no viajaría en cualquier pecio, y sólo dos naves con misiones de entidad han arribado esta mañana a Londres. O ha navegado usted con ese insufrible Long Silver en busca del tesoro del capitán Flint o se dejó embaucar por el loco Ahab para acompañarle a la caza de su ballena. Ambos fracasados, por cierto, según he leído.

El recién llegado frunció el ceño y negó con la cabeza. No señor, ninguna de las dos. Acabo de volver de un viaje por mar, eso es cierto, pero he tenido la suerte de hacerlo en el fantástico buque del capitán Nemo. Una maravilla singular, señor Holmes. ¡Navega por debajo del agua! Debería usted conocerla. He oído hablar del Nautilus, comentó el detective, restándole importancia, no creí que ese excéntrico lo lograra. Y ahora, señor Gray, me hablaba de una amiga.

Sí, así es. Debía reunirme en Londres con la princesa Sherezade de Bagdad, pero mis sirvientes me cuentan que no ha llegado a casa. Para cuándo la esperaban. Zarpó en el barco del llamado Tigre de Malasia hace ahora una semana. Ese Sandokán es rápido, afirmó Holmes, pensativo. Tiene usted razón, ya se me hace extraño. ¿Viajaba sola?

No, señor. La acompañaban tres de los mejores guardias del rey francés, bueno, cuatro en realidad, se les acaba de unir un joven impulsivo pero muy diestro con la espada. El investigador asintió, son las del Mediterráneo aguas peligrosas, dijo, a pesar de la protección de los mosqueteros. No estaría de más comprobar si el barco llegó alguna vez a puerto.

Podría llamar a Huck Finn, intervino el doctor, quizá el muchacho sepa algo. Sí, es posible, confirmó el detective, mascando su pipa, Huckelberry y su amigo, ese Sawyer, son buenos husmeando, lo que no sepan lo averiguarán.

Me preocupa, señor Holmes, concluyó el tal Gray. Londres es un lugar terrible y peligroso, parece que aún más desde la llegada de ese misterioso conde rumano que se ha instalado en la abadía de Carfax.

Es sencillo, para saber cómo acaba esta fábula visita nuestra nueva biblioteca, por fin en Playa Blanca. Porque allí es donde sueños como éste cobran vida.

lunes, 5 de marzo de 2012

El Arte de escribir y el Oficio de escribir.



Yo no me dedico a escribir por vocación ni por ánimo de lucro. No creo tener lo primero y si confiara en lo segundo hace tiempo que habría guardado los bolígrafos para dedicarme a otra cosa. Sin embargo tengo, entre otros defectos, el de no ser capaz de controlar mi imaginación y necesitar plasmar en papel las historias que se me ocurren.

Viene esto a cuento porque en algunos eventos a los que he asistido y en más de una reunión de juntaletras, ha acabado saliendo por algún lado la cuestión de si es procedente diferenciar el Arte de escribir del Oficio de escribir. Y no deja de ser curioso que en la gran mayoría de las presentaciones una pregunta que nunca falta es si económicamente se puede vivir de la literatura. Bien, el tema interesa, hay amigos y amigas a los que les gusta escribir y que quieren saber a qué tendrían que enfrentarse. Pues veamos.

Para empezar, ¿para qué escribes? Es una cuestión importante porque si escribes para contar historias, para transmitir un sentimiento o compartir cierta emoción con tus allegados y seres queridos quizá no necesites entrar en el peliagudo círculo de editoriales, distribuidores y librerías. Hay mecanismos, tanto físicos como digitales que hoy nos permiten hacerlo. Pero ¿y si tu deseo es que esa creación literaria, artística, llegue lo más lejos posible? Aquí está la entrada del laberinto.

A menudo solemos asociar la frontera entre arte y oficio con la separación entre las dos visiones anteriores. Cuando se escribe por placer, por la ilusión de contar algo, el esfuerzo se encamina al cien por cien hacia la belleza, la calidad estética y narrativa, que se alcanzará en un grado u otro dependiendo de la pericia de quien escriba. En el hecho de ser leído estará el éxito, y con éste el placer y el goce.

Pero cuando junto al cuidado estético viaja la presión por ser aceptado, por alcanzar al gran público y por ser lo suficientemente rentable como para disponer de una siguiente oportunidad de publicación, ¿disfruta el autor del mismo modo?

Son muy pocos los capaces de aunar el talento artístico con el oficio necesario para resultar rentable en este mundo de mercadeo, y creo que podría decir lo mismo de todas las artes plásticas. Personalmente valoro tanto el goce por escribir lo que uno quiera que animaría a todos los que sientan como yo a no obcecarse con alcanzar la publicación a cualquier precio sino que disfruten de las herramientas que la red y otros medios nos ofrecen para compartir nuestros sueños, ideas y sensaciones.

Y bueno, por qué no intentarlo. Encontrar el equilibrio suficiente entre Arte y Oficio no permitirá, en casi ningún caso, vivir de las letras, pero si se está dispuesto a afrontar la crítica y el rechazo puede que antes o después el éxito también asome la patita. Y ahí seguimos.

domingo, 5 de febrero de 2012

El ebook: ¿cultura para todos o fin del libro en papel?



Hace unas semanas se armó gran polvareda por el anuncio de una escritora de renombre como Lucía Etxebarría de que debido al descenso de sus cifras de ventas en comparación con el aumento de las descargas ilegales de sus novelas no volvería a escribir, y no hace tanto se dijo que Ruíz Zafón había dado orden a su editora de retirar del mercado sus libros digitales en castellano. Casualmente, pocas horas después los dos desmintieron que fuesen a cumplir tales amenazas, cuando ya su nombre y el de sus novelas habían copado titulares y dado la vuelta a la propia red de la que reniegan.

Desconfío del daño que a una y a otro, ambos vacas sagradas de la literatura en castellano, les ocasiona la piratería, pero no es mala oportunidad para explicar en qué modo cambia el auge del libro electrónico la faz del mundo editorial.

Personalmente, como escritor y más aún como lector, no veo  inconveniente en la generalización del ebook y su comercio legal y regulado. Creo, eso sí, que todo lo que tiene de bueno para autores, en cuanto a llegar a muchísimo más público, para las editoriales, en cuanto a disparar las ventas, y para los lectores, que podrán leer más por menos dinero, lo tiene de horrible para las distribuidoras, que verán reducido de forma tajante el pastel, suculento hasta lo cuestionable, que disfrutan ahora.

La generalización del libro electrónico devuelve la literatura a las manos de quien la crea y de quien la disfruta, autores, editores y lectores, y sin duda, organizando un sistema lógico de comercio, tanto online como en librerías, hará que la lectura deje de ser un lujo cada vez al alcance de menos bolsillos.
¿Y el miedo a las descargas ilegales? Les contaré un secreto. Crecí en un mundo en el que cuando alguien no tenía dinero para comprar un libro o no sabía, hasta hojearlo, si merecería la pena el gasto, le pedía a un amigo que se lo prestara o iba a una biblioteca a buscarlo. Dudo que a Etxebarría o Zafón se les ocurriera retirar sus libros de las bibliotecas, aunque con esta paranoia antidescargas en que vivimos no me atrevería a asegurar nada.

Qué quieren que les diga. Prefiero que un lector de Madrid, de Bogotá o de Arrecife descargue ilegalmente un libro mío a que no me lea nunca. Y prefiero que las editoriales maqueten y preparen ebooks de calidad a un precio justo para que ese lector no lo tenga que leer en un PDF escaneado indignamente.

¿El libro en papel peligra? Claro que no. El carácter litúrgico, romántico y acogedor de un libro no lo sustituirá ninguna publicación electrónica. La novela del autor que nos guste, el regalo que hacer, el ocio de viaje inmediato, el cariño a una historia, seguirán haciendo del libro un compañero imprescindible. Pero, ¿cuántos de ustedes leen todo cuanto quisieran? ¿Cuántos pueden comprar todos los libros que les gustan? ¿Tienen presupuesto para ello? ¿Tienen dónde guardarlos? ¿Leerían más, se atreverían a probar nuevos géneros y nuevos autores si en lugar de veinte euros costasen cinco?

De manera que abogo por abrir la literatura a la red, que el que compra libros en papel seguirá comprándolos, que el que lee poco leerá más y que con un sistema de venta organizado ganaremos todos.